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Los líderes rigurosos ¿construyen o destruyen confianza?

 Los líderes rigurosos ¿construyen o destruyen confianza?

Para garantizar altos estándares de calidad y eficiencia en un entorno empresarial competitivo, es esencial mantener la consistencia en los resultados y promover una cultura de excelencia y mejora continua. En este contexto, la rigurosidad, como competencia transversal de los líderes, desempeña un papel crucial.

La rigurosidad proviene del latín rigorosus, que se deriva del verbo rigere ("estar tieso" o "ser inflexible") y es un atributo que puede tener diferentes significados según el contexto en el que se utilice. Por un lado, puede entenderse como severidad e inflexibilidad, pero por otro, también es sinónimo de exactitud, precisión, empeño, constancia y esfuerzo.

En el contexto organizacional, la rigurosidad se convierte en un atributo de liderazgo indispensable para alcanzar y superar los resultados esperados. El líder riguroso es analítico, disciplinado y meticuloso. Se asegura del cumplimiento de los procedimientos establecidos, verifica y valida la información, y mantiene altos estándares de calidad en todas las etapas de un proceso. 

Este tipo de líder no sólo demuestra rigor, sino que también lo exige, estableciendo y manteniendo un alto nivel de desempeño en su equipo y desafiando personal y profesionalmente a sus colaboradores para expandir la frontera de creación de valor y producir resultados que generen credibilidad y confianza.

El líder riguroso comprende que la falta de rigor puede conducir a errores o conclusiones incorrectas que traigan consigo graves consecuencias para la organización o pongan en riesgo su reputación y la de las personas involucradas. Por ello, no acepta la mediocridad y rechaza el descuido, la improvisación y la negligencia en la ejecución de una tarea o la prestación de un servicio.

El líder riguroso construye confianza cuando:

  • Utiliza fuentes de información confiables y comunica con precisión las expectativas que tiene del trabajo de los colaboradores. Evita que las personas intenten “leerle la mente”.
  • Planifica y ejecuta proyectos de forma meticulosa y cumple con los tiempos y plazos establecidos. Define claramente los objetivos, asigna adecuadamente los recursos y supervisa constantemente el progreso.
  • Toma decisiones basadas en la evidencia. Recopila y analiza información detallada antes de tomar decisiones importantes.
  • Lidera con el ejemplo cumpliendo sus promesas y haciendo lo que dice.
  • Promueve la formación continua, el aprendizaje y la innovación.
  • Fomenta espacios de diálogo respetuosos en los que las personas puedan defender sus ideas con argumentos y debatir diferentes puntos de vista.

Estos comportamientos pueden ser cultivados y desarrollados en los líderes a través de formación y actualización constante, rutinas y hábitos que fomenten la consistencia y la atención al detalle, la apropiación de herramientas tecnológicas que apalanquen los procesos y la promoción de una cultura de mejora continua y reconocimiento a la excelencia.

Sin embargo, esta búsqueda constante de la excelencia tiene un doble filo que puede llegar a ser perjudicial no sólo para el líder sino también para el equipo. El líder riguroso en ocasiones tiene la creencia de que nadie más puede hacer las cosas tan bien hechas o con tan buena calidad como él y por ello se involucra más de la cuenta en temas tácticos y asume más trabajo del que le corresponde hasta llegar a sentirse abrumado. 

Así mismo, es un tipo de líder al que le cuesta delegar y empoderar a las personas de su equipo y que tiende a supervisar y controlar excesivamente las tareas que realizan sus colaboradores ralentizando los procesos y reduciendo la eficiencia. Aun cuando el trabajo resulte siendo de muy alta calidad, la dinámica de trabajo se torna tediosa, agotadora y desmotivante para las personas. 

El líder riguroso destruye confianza cuando:

  • Se convierte en una persona extremadamente exigente con su equipo y la rigurosidad se traduce en una carga de trabajo adicional.
  • No confía en las habilidades y competencias de sus colaboradores y hace que las personas se sientan subvaloradas.
  • Castiga fuertemente el error y difícilmente reconoce el esfuerzo o los buenos resultados, pues normalmente encuentra algo que podría haberse hecho mejor.
  • Pierde el equilibrio entre la rigurosidad y la flexibilidad, sacrificando o bien la calidad del trabajo o la creatividad y la innovación.
  • Desdibuja el valor que tiene el trabajo en equipo.

Es por esto que, el líder riguroso construye confianza e impacta positivamente el desempeño y los resultados de su equipo, no sólo cuando trabaja con alto grado de exigencia y calidad, sino cuando aprende a confiar en sus colaboradores, a delegar con sabiduría, a gestionar con flexibilidad y a reconocer y recompensar el esfuerzo y los logros de las personas. En este contexto, su rigurosidad, lejos de ser una “piedra en el zapato” se convierte en un elemento que mantiene al equipo fuertemente motivado y comprometido con resultados extraordinarios a nivel individual y colectivo.


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